He llegado a un mundo donde todavía vivo en clandestinidad, un mundo donde no tengo nada de que hablar, ni puedo llorar por un sentimiento que de tantas tontas maneras me ha hecho vibrar.
He llegado a la soledad, volando sin nunca saber en que puerto iba a anclar; esperando que de una u otra forma empiece a encontrar un nuevo sentido a esta vida.
Vine huyendo de la lluvia que me arrullaba con su cantar, aquella que me recordaba que más allá, cruzando la avenida, estabas tú, sintiéndola también, tal vez acordándote de mi. Mas la encuentro aquí, parece que me ha perseguido para incrustarte más en mi mente, para que no olvide jamás lo que contigo aprendí.

Y en un balcón, mirando la lluvia caer sobre un lago que casi parece de cristal, los ojos se me humedecen de lágrimas por soñarte aquí conmigo, cerca, frente a frente, perdiéndonos entre abrazos, atrapándonos entre miles de besos, sintiéndome desquiciada por quedarme con un poco del manjar que emana de tus labios.
Invoco entonces a tus recuerdos, los que me cortan el aliento y me obligan a morder la distancia que nos separa ahora, que nos separó siempre.
Todavía al cerrar mis ojos puedo sentir como tus manos navegan por mi piel, acariciando con cautela aquellos recovecos que nadie conoció, pareciendo que han sido creados solo para que seas tú el dueño de sus latidos.
Porque ha pasado el tiempo, y la vida continúa por el sendero que se ha impuesto, pero este corazón sigue latiendo porque recuerda, porque aguarda, porque tiene la esperanza de que en algún lugar del cosmos, en esta vida o en las que vengan, volverá a tenerte junto a su lluvia otra vez.
Cuanto te extraño…
Thara.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario