El testimonio de un sueño

Y todo fue así...


Comencé con pie izquierdo la línea de mi vida. Empecé a caminar sin observar el camino. Una multitud me llevaba por delante, y muy atrás me seguían también.


Delante de mí, dos ojos negros, me llevaban lejos de mi vida, y conmigo a quienes amaba. Seguí por ese mismo sendero casi 17 años, esperando ser quien soy, esperando encontrar mi verdadero yo; pero no podía hacerlo, porque ese par de ojos negros me hechizaban y me cegaban a mi verdadera vida, me impedían dar marcha atrás y reaccionar por mi bien y por quienes me seguían.


Y cuando aquellos ojos negros, hermosos ojos negros, me dejaron mirar más adelante del camino, vi que no sólo fui yo quien los seguía, había mucha más gente en frente mío que también los siguieron.


Recuerdo que en ese momento llamé a mi alma, y le pedí que me lleve lejos. Pude dar media vuelta y regresar por mi camino. Fue ahí cuando al recorrer tan largo sendero, que vi que cada persona tiene su distinto porvenir, y al final, muy al final de cada uno, el camino se divide en dos. El uno nos lleva hacia aquellos ojos negro; el otro nos lleva a donde está Dios.


Me asusté al darme cuenta de la cantidad de gente que había seguido a esos ojos negros, pero me asusté mucho más cuando recordé que yo también los seguí. Dejé de caminar, alcé mis manos y empecé a volar. Resolví que no importa como vivo mi vida, lo importante es vivirla sin dañarla, ni dañar otras vidas.


Pude encontrarme con Dios, y pude reclamarle por llenar de caminos las vidas de sus hijos, me respondió que sus hijos son aquellos que encuentran el verdadero camino.


Con una mano suya en mi hombro, y una mía en mi corazón... desperté.

1 comentario:

Anónimo dijo...
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